domingo, 25 de agosto de 2013
'La verdad por encima de todo': Dora Ramírez
A sus 90 años, la artista antioqueña dice que lo que más admira es lo auténtico.
“Todo vale la pena ser contado”, dice Dora Ramírez cuando le cuento que Gabo escribió: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”.
Ella, no solo ha narrado su vida componiendo versos en los lienzos, también ha deteniendo el recuerdo en el tiempo de personajes que admira. Es ese el origen de sus retratos.
“Yo creo que, cuando pinto a alguien -dice-- lo más importante es admirarlo, de ahí parte mi inspiración. Y admiro a alguien no solo como ser humano, también por lo que hace. Pero, mi sentimiento de admiración es más que todo emotivo”.
Y, precisamente, aquello que le produce mayor encanto en las personas es la autenticidad. “La búsqueda de la verdad es definitiva en todo, en la vida, en la gente, en todo. Es como llegar a la esencia del ser, a lo más auténtico, porque no tiene confusiones, es eso: verdad”.
El color que predomina en la pintora es el rojo, cree que la define. Lo que más aprecia son las amistades sinceras, que dice no saber cuántas tiene porque “ese es el misterio”.
Hablamos de sus amigos, le propuse me los describiera en pocas palabras:
Marta Traba: Genio. Me alabó mucho y fue definitiva en mi pintura.
Rodrigo Callejas: Un amigo del alma.
Oscar Jaramillo: Otro compañero maravilloso, como artista, como persona, como amigo.
Fernando González: Ave María, es el papacito de todos nosotros. Ríe.
Débora Arango: “Hasta ahí llegamos. Lo máximo en todo”. Alguna vez Dora dijo que Débora era ‘una paloma’, me explicó: “Porque uno ve la obra de ella y no se imagina el ser que la hizo, es un contraste hermoso de la vida”.
Dora Ramírez no hubiera vivido en otro lugar diferente a Medellín. De la época bohemia dice tener los mejores recuerdos de su vida, estando el tango presente, por supuesto.
Le gusta Van Gogh porque es inmortal, de Gustav Klimt dice que “está en el curubito”, a Alejandro Obregón lo menciona como un “pintor glorioso”. Y recuerda con cariño a su amigo Richard Kathmann, también pintor y de quien aprendió mucho.
Y una mujer brillante se gana su admiración: Frida Kahlo “Me mata, me fascina porque hay mucha honestidad en ella como ser y humano y artista”.
Todo esto valió la pena ser contado, también, este recuerdo hermoso de cuando pintó a Gardel: “Un amigo poeta, Óscar Hernández, cuando lo vio pintado, me dijo que le hacía falta la angustia al personaje. Esa noche me desvelé pensando en eso, al otro día, dije: bueno, trabajemos en eso, y por la tarde estaba idéntico a como lo había comenzado”. Una de sus hijas, Clara, dice: “Nunca les pones angustia”.
Manuela Saldarriaga H.
Para EL TIEMPO
Medellín
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