sábado, 31 de agosto de 2013

Una mujer se paró a lo macho

Como la mayoría de los colombianos que sabemos de lo justo del paro campesino, hoy estoy entre triste, preocupado e indignado. La situación es confusa. Bueno, Con Fusa, con Faca, con Soacha y con Bogotá. Lo que vimos en la capital, especialmente en el centro de la ciudad y en Soacha este jueves, no fue un paro campesino. De terrorismo tenía más. Los queridos lecheros, paperos, cebolleros, cafeteros no usan capucha, no son vándalos, no asaltan el comercio. El campesino en general es buena papa. Hoy, cansado de perder, de ver cómo su trabajo no vale, de sentirse olvidado, de saber que se importa y su producto no importa, se ha manifestado. Pero los desmanes de algunos manes son como una helada para la cosecha. Dice el Gobierno que son las Farc infiltradas. Si así es, le causan un grave daño al campesinado. ¿Qué dicen en La Habana? Lo cierto es que en varias partes del país el orden ha sido turbado. Y en algunos sitios, más turbado. Si son las Farc, piénsenlo, no le pongan minas a una posible y justa conquista social, que poco se dan. Las marchas iban bien. La solidaridad de estudiantes, de amas de casa, de profesionales, de trabajadores de todo nivel y de profesores con el labriego es un hecho y un gesto inédito e histórico. Pero no falta la mosca en la sopa. Se tiraron una protesta que pudo marcar un hito en este país. Pero no todo es fatal. Hay imágenes que conmovieron al país, como la serie de fotos de Milton Díaz, en este diario, que son de premio. Una valiente mujer, apenas armada con granadas de coraje, un cañón de solidaridad y cien cartuchos de sentido humano, interpuso su frágil cuerpo de unos 55 kilos frente a un grupo de policías que eran atacados por encapuchados. Ella sí a rostro descubierto y con los brazos abiertos, les dijo: “¡Alto! ¡Mátenme si son tan machos!”. Volaban sillas, ladrillos e insultos y ella, estoica, era una muralla. Tan grande como la catedral, poderosa como un tanque de guerra. Los atacantes, desarmados de su valentía, tuvieron que respetarla. Y solo les quedó arrancarla por la fuerza entre varios ridiculizados. Ella es una mujer del común, como millones, pero hoy admirada como Policarpa. Lástima no poderle dar un abrazo campesino. Porque ella y unos pocos resueltos y pensantes ciudadanos dieron un grandioso ejemplo. El de que contra un pueblo entero armado de coraje no podrán los vándalos o quienes anden interesados en dañar las vías del orden y de los acuerdos pacíficos. ¿Qué tal que salgamos 50, 100, 500 mil? Propongo el eslogan: ‘¡Desarmados contra desalmados!’. Gracias a ellos, en especial a Soledad Valentía, por mostrarnos el camino. Por poner la cara por todos. Y volviendo al paro, ¿por qué no avanzaron las conversaciones en Tunja? ¿Tan radicales son las posiciones? Cuando se levantó la mesa ayer, sentí una conmoción interior. Pero me alegra que los líderes campesinos hayan ordenado desbloquear las vías. Eso da un mensaje de que no se quiere que a la fruta de las necesidades sentidas del agro se le meta el gusano de la politiquería y de extraños intereses. Eso sería como una patada en las papas, que duele también en la cebolla. Pero los campesinos volvieron a ser visibles. Se despertaron solidaridad y afecto hacia la gente que trabaja la tierra, con sacrificio. Ahora hay que bregar a que el campo sea rentable, que no nos sigan sacando la leche. Y solo se logra si hay tecnificación y asistencia estatal. Si se crean centros de acopio. Si hay acceso fácil al crédito, si producimos los abonos y se vuelve un país orgánico. A propósito, me hizo reír una muchacha, quien me dijo que ella estaba comiendo solo “orgásmico”. Cosas del paro. luioch@eltiempo.com.co

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