Como todas las medidas que buscan en la teoría mejorar el caos vial y la seguridad dentro de los automóviles en las calles, la propuesta de las fotomultas ha causado verdadera conmoción y ha trasladado las congestiones a las propias redes sociales de internet.
Indignados, miles de ciudadanos protestan con los más variopintos argumentos la decisión de regular el tráfico mediante cámaras fotográficas que captan las infracciones de los conductores y a través de los datos consignados en el RUNT, hacen llegar a la casa del implicado la prueba irrefutable de su mal proceder.
Tal vez, el alud de protestas es motivado por la proverbial incultura que tenemos en Colombia. Todos sabemos que es muy raro quien respete los límites establecidos en las señales de la vía, ¿Quién antes de esta medida rodaba a 60 km/h en las avenidas o a 40 en las calles barriales?. Los controles de velocidad son en definitiva la norma de tránsito más violada en el país, a eso le sumamos el sistemático atropello a los colores de la red semafórica porque “nadie nos ve”, falta que ha ocasionado innumerables accidentes de todos los calibres y cómo olvidar a quienes estacionan donde mejor les parece con la consecuente ocupación del espacio público y la generación de trancones y molestias para otros conductores y los peatones, que ven ocupadas aceras, antejardines y zonas comunes por la falta de civismo de algunos ciudadanos motorizados.
Partamos de un hecho lógico, si usted no pasa por alto esta normativa, conduce al tenor de las leyes y respeta cada artículo, parágrafo e inciso del Código Nacional de Tránsito ¿A qué le teme?, ¿Por qué se pone a la defensiva y convulsiona como un poseso con estas medidas?. ¿Por qué llama a la anarquía y las protestas si el que nada debe nada teme?
En este país hemos cultivado una cultura ancestral a protestar por cuanta medida se ocurre para tratar de mejorar la movilidad sin ni siquiera mirar sus alcances y consecuencias. Nos dejamos llevar por insólitos documentos que circulan atacando la norma con las más rebuscadas alusiones a la violación de sagrados derechos, intimidades y rocambolescas argumentaciones que se caen como un castillo de naipes ante la traslucidez la ley. Nos sorprendemos con el orden y la fluidez del tránsito en los países desarrollados, nos “descrestamos” con el respeto por la norma y la ley allende las fronteras cuando sabemos que los códigos y las sanciones son considerablemente más altos en países desarrollados. Ahora nos dan las pautas y la oportunidad para hacerlo pero nos parece muy “invasivo” y “autoritario”
Las 23.000 fotomultas que han llegado a las casas de los infractores solamente en Medellín, por acudir a un ejemplo, son entera responsabilidad de quien infringió una normativa harto difundida y conocida desde que hacemos el curso para obtener la licencia. Es que las señales de tránsito llevan años ahí, impávidas, como testigos de la anarquía en las calles.
Es la misma situación que generó la obligatoriedad de usar el cinturón de seguridad hace ¡20 años!. Tal es el atraso de nuestras leyes de tráfico, cuando es un sistema que se volvió normativa hace más de 40 en todo el mundo, lo mismo el uso del casco en las motos, ahora a cualquiera le parece impensable manejar un vehículo de estos sin protección para la cabeza (aunque, pensándolo mejor, todavía se ve), pero hace 15 años ni siquiera se consideraba entre los propios guardas de tránsito.
He conducido por estos días las en las calles de mi ciudad y se ve un ambiente distinto, más ordenado, hasta con mejor movilidad. Viajar a 60 y 80 km/h en vías rápidas, después de todo, no es tan malo como parece. Todos llegamos a tiempo y la seguridad se robustece al tener un ambiente más controlado.
Como en aquella fábula apocalíptica de George Orwell, 1984, necesitamos la vigilancia permanente de aquel “Gran Hermano”, que con su “ojo en el cielo”, no pierde detalle y mantiene en orden el deber ser de una sociedad.
Mañana, las protestas serán tal vez historia y transitar a estas velocidades, respetar semáforos y espacios públicos sea una iniciativa cívica y lógica y no una persecución restrictiva a la caza de despistados que buscan hacerle el quiebre a una propuesta de orden y seguridad.
Juan Moreno
Director Editorial Automoviles Colombia
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