jueves, 19 de septiembre de 2013

Ochenta años de una "droga milagrosa"

La penicilina, hoy convertida en el antibiótico fundamental de la medicina, recuerda a uno de los científicos más importantes de todos los tiempos: Alexander Fleming. Por: María Alejandra Moreno 99 Compartido Twitter FaceBook Google opiniones Infecciones producidas por la espina de una rosa o una astilla de madera cobraban la vida de cientos de personas a comienzos del siglo XX. La medicina daba sus primeros pasos en tratamientos para combatirlas y fue entonces cuando Alexander Fleming, profesor de bacteriología de la Universidad de Londres, descubrió en 1928, por accidente, el hongo penicillium, que dio lugar al avance más importante de su tiempo: la penicilina. Alexander Fleming estudiaba la bacteria Staphylococcus aureus, principal germen de la piel y a la vez un microorganismo capaz de producir infecciones graves. “Al regresar a su laboratorio luego de un descanso encontró que en uno de los cultivos creció un moho que no permitía la reproducción de las bacterias. Los otros cultivos que no tenían el hongo seguían infectados. A partir de este hecho se dedicó a identificar el compuesto del hongo y lo llamó penicilina”. En este descubrimiento participaron Howard Florey y Ernst Boris Chain, profesores de la Universidad de Oxford, quienes se encargaron de investigar las propiedades del hongo y purificaron la penicilina. El producto se ensayó en ratones y posteriormente en humanos, con resultados favorables. Tiempo después, esta investigación representó un avance médico trascendental, pues la penicilina inauguró la era de los antibióticos. Desde entonces, la penicilina, que cumple por estos días 80 años de uso, comenzó a llamarse la “droga milagrosa”. El médico de la Universidad Nacional, Andrés Jagua, resalta que "la penicilina, abrió nuevos campos de investigación que permitieron la identificación, diseño y aplicación de los antibióticos que utilizamos hoy en día". Atacando las paredes de las células de las bacterias, la penicilina resultó eficaz para evitar su crecimiento. En sus primeros tiempos de aplicación, la penicilina se utilizó en el tratamiento de enfermedades como la sífilis, la tuberculosis o la gangrena. Cuando se impuso la Segunda Guerra Mundial, a partir de 1939, esta “droga milagrosa” representó el salvavidas de muchos combatientes. Después se volvió el medicamento determinante para preservar a la humanidad de graves infecciones. Hoy, después de 80 años de su hallazgo, la penicilina sigue siendo uno de los principales antibióticos utilizados en la medicina. Pero su manejo se ha extendido con notable éxito a la sanación de peligrosas infecciones respiratorias, o afecciones en las vías urinarias, el sistema nervioso, las articulaciones y los tejidos blandos. “Son muchas las bacterias que dejaron de ser letales gracias a la penicilina que hace 80 años descubrió el profesor Fleming", destaca el médico Andrés Jagua. Desafortunadamente, hay organismos que son sensibles al uso de la penicilina. "Por este motivo, antes de su aplicación se tiene que establecer si la persona puede o no recibirla”, admite Jagua. De no realizarse esta prueba, la persona puede presentar alergias, náuseas, diarrea o vómito. Por eso, la penicilina y sus derivados, tienen que ser diagnosticados por los médicos. Aun así, la penicilina es clave en la medicina de hoy. El dilema es que las bacterias también se han hecho resistentes. En su evolución, logran evitar la acción del antibiótico. Está detectado que muchas veces esta circunstancia se da cuando las personas toman antibióticos de forma inadecuada. Por eso debe quedar claro que la penicilina sirve para tratar infecciones de bacterias, no las causadas por virus", expresa el médico Carlos Arturo Álvarez, infectólogo de la Universidad Nacional. Hoy se desarrollan múltiples medicamentos derivados de la penicilina de origen natural o biosintético. Esta clasificación ha permitido incrementar su potencial antibacteriano. La otra particularidad es que algunas aplicaciones de la penicilina se pueden administrar por vía oral, mientras que otras sólo se deben aplicar por otras vías, generalmente intramuscular o intravenosa. La idea es buscar la manera de hacerla más eficaz. De todos modos, lo fundamental es referenciar que hace 80 años, la medicina logró uno de los avances más importantes de la historia. “Que sólo deba consumirse bajo prescripción médica, es importante. Que es determinante que los pacientes sigan las instrucciones de los médicos al pie de la letra hasta que terminen los tratamientos, también es indispensable. Pero por encima de todo, lo vital es que se reconozca que la ciencia fue capaz de desarrollar un producto que le ha salvado la vida a millones de seres humanos”, concluyó Andrés Jagua. Por: María Alejandra Moreno

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